La lección

Llevo meses pidiéndole a mi esposo que me ayude a buscar un respaldo de una computadora que tuve alguna vez. Ese respaldo es muy importante para mí porque contiene un tesoro invaluable. Solía escribir algunos textos, intentos de poesía,  que pensé estarían perdidos en algún disco que tal vez ya ni siquiera está en casa. Pero hace unos días, literalmente encontré un baúl de recuerdos con máquina del tiempo incluida.

¡No! No encontré el famoso respaldo… Mejor aún, encontré libretas, hojas sueltas, hojitas cortadas a la mitad, de todos colores y formas. Hasta una servilleta con los pensamientos más profundos que alguna vez tuve.

Hoy, quiero compartirles un texto muy especial para mí que escribí para mi querido esposo cuando llevábamos muy poco tiempo de novios. 

¡De cuando éramos novios!

La lección

Mi vida no sería lo mismo sin ti;

sin la compañía en la ausencia de todo ser,

sin tu voz en el mortal silencio de mis noches,

sin el calor de tu cuerpo

a través de las frías sábanas que rozan mi piel.

Con dos palabras y un sólo hecho

cambiaste todo en mí

y ahora no imagino mi vida sin ti;

porque me enseñaste a respirar de tu aire,

a beber de tu agua y comer de tu mano.

Tiempo después también me enseñaste

que existen en el mundo

(por lo menos)

dos mil manifestaciones diferentes del amor;

y pobres de espíritu,

los hombres no podemos reconocerlas.

Queremos amor como lo imaginamos,

si es distinto, no es amor

–o al menos eso pensamos–.

Hoy después de tanto llorar,

de intensamente sentir,

gocé por primera vez el dolor de saberme amada;

y es que aprendí la lección:

Pese a lo distinto de nuestra forma de ser,

de pensar, e incluso de amar,

estamos unidos por la mayor fuerza de un mundo real,

el amor.

(que siendo distinto a como lo imaginé;

sin duda, ha sido mejor).