Porque muchas veces los padres que optamos por criar en el respeto a nuestros hijos no nos sentimos respetados y se nos juzga demasiado a la ligera. Se nos acusa de “mal criar” y de “viciar” a los niños, cuando lo que hacemos es preocuparnos por su educación y por su futuro.
La iniciativa De mil amores busca
llegar a 1,000 fotos pro crianza con
apego (si conseguimos más mucho mejor): dando el pecho, practicando el colecho,
porteando… amando. Estas fotos serán publicadas en este blog con el fin de
crear una gran galería internacional de Crianza. Juntos lanzaremos el mensaje
de que somos cada vez más los que nos decidimos a crecer a nuestros hijos de un
modo respetuoso. Y como una imagen vale más que mil palabras, mil imágenes
equivalen a un millón de palabras…
¡Me declaro culpable!
Fui la mujer más
feliz del mundo (no es una exageración, se los juro que no) cuando supe que
estaba embarazada.
Creo
que como la mayoría de mi generación, viví engañada con respecto al embarazo,
parto, posparto, lactancia y crianza. Mi madre nos tuvo a mi hermano y a mí por cesárea;
ella tuvo un accidente de joven con doble fractura de pelvis y creo que por eso
le dijeron que no podía tener a mi hermano y posteriormente a mí más que con
cesárea. Si bien ella nos alimentó con leche materna, dudo que fuera a demanda
y/o prolongada. El modelo de crianza fue totalmente conductista y hasta
autoritario. No lo voy a negar, por muchos años renegué, pero ahora me doy
cuenta que no debo juzgar a mis padres, yo estoy segura que todo lo que
hicieron fue pensando en darme lo mejor y creyendo que era su mejor opción.
Crecí teniendo miedo al parto. Como lo he dicho, mi mamá nos tuvo por cesárea; mi
cuñada tuvo a mi sobrina por cesárea y mis amigas aún no tienen hijos. Los medios de
(des)información pintan la mayoría de
los partos como algo muy doloroso, casi imposible de soportar, a las mujeres
muriendo por parir, etc… ¿y así, quién no va a tener miedo de dar a luz?
Es decir, a mi alrededor no había información de primera mano sobre el parto.
Por idiota (porque no hay otra forma de llamarme) pensé casi toda mi vida que
lo más fácil y seguro sería que cuando me tocara traer un bebé al mundo fuera
por cesárea. Ya embarazada, mi ginecóloga exploraba la posibilidad del parto y
yo para mis adentros decía “ni loca”. En el sexto mes comencé a tener presión
arterial alta y de ahí se abrió la posibilidad de que fuera por cesárea. Y pasaron los
meses y la presión seguía alta, así que finalmente, Eduardo nació por cesárea.
Finalmente, decidí ignorar
lo mucho o poco que me habían dicho sobre
crianza y maternidad y seguir mi instinto maternal. Dejé de escuchar consejos
no pedidos y opiniones emitidas a la ligera para escuchar algo mucho más intenso y profundo:
las necesidades y tiempos de mi hijo. Fue entonces que encontré que criar desde el
apego me funciona a mí, a mi pareja; pero por sobre todo, a mi hijo.
Si quieres ver mi participación en De Mil Amores; haz click aquí.
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