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viernes, 23 de septiembre de 2011

Demostrando su confianza


El domingo pasado salimos en familia a hacer algunas compras. En la plaza, Eduardo pidió ese helado de yogurt que tanto le gusta y luego, dar un paseo en el trenecito; sí, ese que cobra veinte pesos por persona y te lleva a dar una pequeña vuelta por todo el centro comercial. Como no pensaría si quiera en que mi hijo se subiera solo, me subí con él en el vagón del frente y mientras el tren avanzaba íbamos riendo e inventando historias.

Luego, vimos a papá afuera de la tienda de discos y él nos fue más o menos siguiendo hasta la parada del tren. Y ahí es donde comienza esta historia…

Desde muy chiquito le gustaban los paseos en el trenecito!

Eduardo ya no es un bebé, es un niño chiquitito pero con una gran libertad. Como otras veces, comenzó a correr por el pasillo; pero ésta vez sin detenerse. Nos veía tras de él, se reía y pedía que lo alcanzáramos. Cuando lo sentíamos muy lejos le decíamos “hasta ahí”, como pidiéndole tregua porque no podíamos mantenerle el paso. Él paraba un momentito y cuando nos veía ya muy cerca, de nuevo a correr.

Y toda esta escena me recordó una parte del libro Bésame mucho, de Carlos González. En el apartado “¿Y ahora por qué no camina?” se habla de una niña que juega en el parque mientras su madre está sentada en un banco. La niña va de un juego a otro, va y viene; pero a cierta distancia la niña regresa. ¿Qué determina esa distancia?

Según Bowlby, la madre es la base segura para la conducta de exploración del niño, que compara con el avance de una patrulla de reconocimiento en territorio enemigo. Mientras se mantengan en contacto con su base y crean posible retirarse en caso de peligro, podrán avanzar con seguridad. Pero si el contacto se pierde, la base es destruida o la retirada está bloqueada, la patrulla se desmoraliza, y dejan de ser valientes exploradores para convertirse en temerosos extraviados.
¡Qué forma más clara de explicar por qué si mi hijo me pierde de vista (o a su papito adorado) se siente inseguro! Si a los adultos les pasa, ¿por qué los pequeños han de reaccionar distinto?

González afirma que existe un doble sistema de seguridad (y no hace falta que él lo afirme; lo hace mi experiencia personal). Es decir que la madre y la niña estarán comunicadas, a través de las palabras, gestos y miradas. Si la niña siente que no tiene la atención necesaria de la madre, se volverá más insistente; y viceversa. Al llegar a cierta distancia, la pequeña regresará por sí sola; a esto se le llama distancia de seguridad. En cambio, si la madre siente que su hija se ha alejado demasiado procurará que regrese; a esto también se le llama distancia de seguridad (de la madre, aclararía yo).

Pero ¿qué pasa si la niña no regresa? La madre acortará la distancia de seguridad de la niña acercándose a ella; tal vez no llegue a su lado, pero se mantendrá cerca de su hija. Al acortar esa distancia, la pequeña tendrá un nuevo rango para alejarse pues aún se siente segura, está nuevamente cerca de su base. En algunos casos, cuando el margen de seguridad del niño es mayor que el de la madre puede producirse una persecución un poco cómica. Así, igualita a la escena del domingo en el centro comercial que les contaba más arriba.

CUANDO SE ALEJA MÁS PORQUE NOS HEMOS ACERCADO, NO NOS ESTÁ TOMANDO EL PELO, SINO DEMOSTRÁNDONOS SU CONFIANZA.

4 comentarios:

Pamela dijo...

Que interesante forma de verlo.
Saludos.

Edna dijo...

Gracias x pasar Pame!

Carol dijo...

Jo Edna, lo has explicado genial.. Besos.

Edna dijo...

Carol:
Gracias x pasarte a leer un rato!
Saludos

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