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| Imagen tomada de Internet |
Hoy se termina enero y parece un buen momento para reflexionar mis propósitos de año nuevo.
Enero se me ha ido practicamente en descansar. El seis de enero los gloriosos Reyes Magos decidieron dejarme un bicho de tan buena calidad que nada ha podido terminar con él. Me estuvieron inyectando, además de pastillas y jarabes. Todo parecía mejorar un poco cuando de repente me empecé a sentir mal otra vez... Pero que digo mal, pésimo.
Esta vez no podía pasar saliva sin que me explotara la garganta, la tos era (es) insoportable. El doctor me indica otra inyección y más medicamentos y me explica que tengo un noséquecosa que no puedo ni pronunciar. El caso es que la infección viral es tal que decidió apoderarse de mi úvula (conocida normalmente como campanilla) y hacerla considerablemente más larga, ancha y roja! Con los días parece retomar su tamaño natural, pero aún sigue doliendo y bastante.
El tratamiento, además de las medicinas conlleva mucho reposo y de preferencia, mantener el pico cerrado para no lastimarme más.
Lalo es un niño muy inteligente. Le he platicado lo que me ocurre y me permite descansar; aunque al fin niño, luego se le olvida y quiere jugar, correr, gritar... y yo, pues me uno a él un poquito.
Pero ¿qué pasa con mis metas para este año? En realidad, el 31 de diciembre no me atraganté 12 uvas pidiendo deseos inalcanzables. Lo único que me propuse fue tener salud... Y qué manera de empezar, no? Me parece ironía.
Ahora, para febrero he decidido darle una ayudadita a mi cuerpo y me he propuesto un reto: realizar algunos cambios en mi alimentación y no sólo practicar mi Lunes sin Carne. Esta vez voy a probar por un mes una dieta ovolactovegetariana (bien cuidada para no dejar de recibir mi dosis de proteína). Conforme pase el mes, les voy contando como me va!
